Cómo los divorcios conflictivos afectan a los niños

Uno de cada cuatro niños acaba teniendo problemas a causa de una mala
separación

Una separación suele suponer un terremoto familiar. Sin embargo, la afectación que tendrá en cada miembro dependerá de cómo se habrá gestionado. A la corta oa la larga, todo el mundo acaba acostumbrándose a la nueva situación, pero hay separaciones que lo hacen más complicado y que provocan que los hijos las sufran especialmente, sobre todo si los padres les hacen partícipes de sus divergencias y les acaban situando en medio de un campo de batalla.

“Cualquier separación puede afectar a los niños emocionalmente, pero si les hacemos un acompañamiento podemos prevenir que acaben teniendo algún problema de salud mental. En líneas generales, prácticamente el 75% de los niños se acaba adaptando bien a la nueva situación, pero hay un 25% que acabarán teniendo más problemas”, explica la doctora Connie Capdevila, vicepresidenta de la Sección de Alternativas para la Resolución de Conflictos del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC). Según Capdevila, los niños que viven una separación conflictiva pueden tener problemas de conducta, irritabilidad, pesadillas y ansiedad. También pueden tener problemas con sus estudios, por culpa de la incapacidad de concentrarse, o mostrarse hipervigilantes en todo momento. “En el caso de los niños muy pequeños que todavía no hablan, senotará porque lloran más o están más apegados a un progenitor. Los mayores, por su parte, tendrán conductas más agresivas con los demás o contra ellos mismos, o se mostrarán más apagados y tristes”.

Durante la adolescencia, estos jóvenes pueden recurrir a mecanismos que, de forma consciente o inconsciente, les sirven para escapar o calmar el dolor que les produce lo que viven a menudo de forma traumática. Pueden desarrollar malos hábitos con la comida, el tabaco, los puerros, el alcohol, los videojuegos, la autopresión para sobresalir… “Esto ayuda a corto plazo, pero a largo plazo puede ser muy perjudicial para la salud emocional y relacional, y pueden desarrollar trastornos”. Capdevila también apunta que el hecho de que se llegue a estas situaciones tan complicadas se debe a la inexistencia de una cultura de la prevención, ya que un divorcio no se ve como un problema de salud pública y cuando se ayuda a las familias que se en este proceso es cuando ya están muy mal. “Durante una jornada organizada recientemente por el COPC sobre los derechos de los niños, niñas y adolescentes en las separaciones contenciosas, la magistrada Raquel Alastruey –recuerda Capdevila– ponía el símil de que una separación es como el inicio de una película, y que la actuación que realizan la familia y todos los profesionales que intervienen en este proceso determinará si se tratará de una película de terror, una tragedia, un drama o una película que termina bien”.

Apostar por la mediación

«El procedimiento judicial no es un sistema adecuado para construir futuros posibles de las familias separadas, y llegar a él es declarar la guerra», dice Raquel Alastruey, magistrada de la sección número 12 de la Audiencia Provincial de Barcelona. A su juicio, no debería admitirse ningún tipo de demanda a trámite si antes los padres no han ido a una mediación o no han intentado, de algún modo, sentarse con el otro pensando en sus hijos. “Muchas veces nos llegan familias que no sólo no han ido a una mediación, sino que cada vez se creen más su propio relato, que señala que lo malo es el otro, hasta que llega un momento en que no hay forma de canalizar la situación adecuadamente”. En este sentido, también denuncia que los magistrados no tienen equipos de mediadores ni coordinadores parentales dentro del
mismo tribunal, sino que siempre debe derivarse las familias a profesionales externos. «Muchas veces, el hecho de tener que ir fuera, hace que decidan no ir».

El plan de parentalidad

En muchos casos, la mediación es el paso previo a la elaboración de un plan de parentalidad, que sirve para concretar la forma en que los progenitores ejercen las responsabilidades parentales. Es decir, cómo distribuirán el tiempo con los hijos, cómo se comunicarán, cómo tomarán decisiones y qué mecanismos de resolución de conflictos utilizarán si se encuentran un escollo. «Todas las parejas que se separan deben hacer este plan de parentalidad, un punto muy importante aportado por la legislación catalana», recuerda Capdevila. En muchos casos, las familias optan por profesionales de la psicología que se dedican a la terapia familiar oa la mediación para que les ayuden a realizar un plan de parentalidad adecuado a los niños.

Al margen de este requisito legal, existen diferentes programas que también promueven la parentalidad positiva, aunque, en ocasiones, no son suficientemente conocidos ni suficientes, tal y como apunta el equipo de infancia del Síndic de Greuges de Catalunya. «Creemos que pueden ser muy útiles para evitar
que la cronificación de un conflicto parental pueda tener efectos nocivos en los niños». Asimismo, piden que estos programas se realicen con perspectiva de género para no perpetuar estereotipos que impidan la corresponsabilidad de ambos progenitores en el ejercicio de la parentalidad.

Al respecto, el Síndic de Greuges publicó un informe que concluye que entre las carencias para atender a estas familias hay una falta de programas de fomento de la mediación y de servicios terapéuticos, así como de programas de fomento de la coparentalidad positiva y de despliegue de la figura de
coordinación de parentalidad.

Alastruey también recomienda a las familias que busquen tratamiento psicológico antes de empezar un proceso judicial y que dejen de creer que la solución es que este tratamiento sólo lo reciban los hijos. Señala que si no bajan la emocionalidad hasta un punto en el que pueda gestionarse correctamente, sólo
conseguirán un incremento de la conflictividad.

“Creemos que es necesario avanzar en el diseño de una política pública integral que fomente la resolución alternativa de conflictos e incorpore la mediación y otros sistemas de manera transversal en los diferentes ámbitos de actuación pública, en especial en el ámbito de infancia y familia, a fin de preservar a los niños de la conflictividad entre adultos y poner sus intereses en el centro de las decisiones que les afecten”, dice Aida C. Rodríguez, adjunta para la defensa de los derechos de la infancia y adolescencia del Síndic de Greuges. Asimismo, también señala que es imprescindible la especialización de los profesionales de todos los ámbitos que intervienen en la evaluación y el abordaje de las situaciones de violencia para avanzar hacia un enfoque que centre la mirada en los derechos y necesidades de los niños.

Escuchar a los niños

En España, en casos de separaciones contenciosas, los tribunales escuchan a los niños que tienen más de 12 años –oa partir de los 10, según sea la problemática–. “Lo que ocurre es que muchas veces te das cuenta de que vienen con un discurso aprendido. Lo descubres porque algunos te dicen, por ejemplo,
que no quieren vivir con su padre pero después te das cuenta de que te transmiten información contradictoria, como decirte que su padre es su referente. Es cuando ves sus contradicciones internas y de las que sus padres no son conscientes”. Alastruey también critica que muchas veces hay padres que piden a los tribunales que impongan los afectos que deben mostrar sus hijos.»Nosotros no podemos forzar una relación, sino que podemos ayudar a construir las bases para que sea agradable para el niño y saludable para toda la familia».

En cualquier caso, los niños tienen derecho a ser queridos y cuidados por ambos progenitores, salvo que exista alguna excepción que lo haga replantear. El niño también tiene derecho a quererlos a ambos, a pertenecer a los dos linajes ya relacionarse con ellos, recuerda Capdevila. “Por eso, también es necesario dar a los hijos una explicación consensuada de la situación y no, por ejemplo, relatarles el engaño de uno por parte del otro. Hay padres que dicen que lo hacen por ser sinceros con sus hijos, pero este exceso de sinceridad también desprotege y acaba siendo como un ataque que les duele mucho”. Alastruey añade que, en estos casos, acaban convirtiéndose en niños que crecen cojos de afectividad, seguridad y confianza. “Un niño que siempre oye decir que una persona que debería ser su figura referente es mala, de mayor será una persona desconfiada porque será emocionalmente dependiente. La forma en que construimos el crecimiento de los hijos cuando son pequeños determinará mucho lo adultos que serán”.

El papel de la Sindicatura de Greuges

En el caso de separaciones contenciosas, la Sindicatura de Greuges de Catalunya recibe cada año quejas y consultas presentadas por madres, padres, parejas respectivas, abuelos, abuelas o niños y adolescentes afectados. Las más habituales son: alguna supuesta negligencia en el cuidado del niño por parte de un progenitor; el incumplimiento de un progenitor de hacer posible la relación y la comunicación del niño con el otro progenitor y que ha sido estipulada judicialmente; el desacuerdo con la decisión de desamparo; un cambio de escuela por parte de un progenitor sin el consentimiento del otro, o cambios unilaterales de empadronamiento, entre muchas situaciones más.

“Desde la Sindicatura escuchamos cada caso, valoramos si es necesario tratarlo como una consulta y respondemos orientando, informando o haciendo una derivación al ciudadano. Cuando creemos que el caso es objeto de queja, nos dirigimos a la administración afectada para pedir información e iniciamos un estudio de la situación para valorar si ha habido irregularidad por parte de algún servicio administrativo. De ser así, emitimos recomendaciones, desde la perspectiva de los derechos de los niños”, explica Aida C. Rodríguez, adjunta para la defensa de los derechos de la infancia y la adolescencia. En cualquier caso, recuerda que la Sindicatura no puede investigar los casos que ya están bajo investigación judicial.

Ir al contenido